Si se echa una mirada al pasado, a los que tenemos una edad nos viene el tema de la nostalgia. A mi seguidamente me vienen las palabras del jefe máximo de la Editorial Planeta, José Manuel Lara, que eran “la nostalgia es un error”. Él lo decía por otros motivos.

Echando un vistazo, o una escucha en el caso de la radio, compruebo que los espacios de humor han menguado bastante. La práctica totalidad se circunscriben en la Cadena SER, con un humor que se podría clasificar como irreverente, algunas veces escatológico, demostrando que el humor puede y debe abarcar todos los campos. Normalmente los casos a comentar en estos programas se realizan en primera persona, no queriendo involucrar a otras gentes o colectivos por aquello del qué terminarán diciendo por las redes sociales, que por la mañana te mantienen en un altar y por la tarde te crucifican a punto de la extinción.

Desde hace años he venido escuchando a varios humoristas que lo peor que les puede pasar es aplicarse la autocensura para terminar estando en el camino de lo políticamente correcto. Uno de ellos es John Cleese, el excomponente de los Monty Python, por poner uno de los nombres del humor británico. Los últimos han sido Gomaespuma, precisamente los que no deberían tener ese problema con su humor de lo absurdo, como los Monty Python, aunque si uno escucha algunos de sus gags radiofónicos es probable que alguien de zonas rurales les pudiera sacar los colores con su ‘Gomaespuma regional’. La vara de medir de la gente sigue siendo la misma que hace muchos años, pero tener el altavoz de las redes sociales les hace ser importantes. Su opinión vale, pero tiene que prevaler por encima del resto. Y si alguien te sigue, pues cojonudo, más somos. Que pregunten a ‘Los Mediatizados’ y el chascarrillo que hicieron sobre el múltiplex de DAB en Valencia.

De tanto en cuanto al Grupo Risa les piden algún momento radiofónico de sus varias etapas en COPE, y han terminado aplicándose aquello de que el delito ya ha prescrito. Hay que recordar que fueron los causantes del revuelo entre COPE y el gobierno de Zapatero por la llamada a Evo Morales en 2005, en la que David Miner se hizo pasar por el presidente del gobierno español. Aquello coló. También llamaron, en 2002, a Van Gaal y Josep Llúis Núñez cuando Fernando Echevarría se hizo pasar por José María García, y aquello supuso más un revuelo entre las redacciones deportivas de las distintas cadenas de radio que la más que supuesta querella que parece ser que García tenía preparada, según varios medios escritos. Precisamente de la denuncia no se supo nada más.

De esa etapa tienen buenos y malos recuerdos y comentan que no se volverá a producir evitándose los más que posibles problemas judiciales que pueden acarrear. Quitando el tema de las llamadas a personajes de renombre por parte de voces imitadas con renombre, también está el tema de su etapa en Rock&Gol donde participaron en el proyecto del morning ‘El show de Abellán’, una heredera de la ‘La jungla’ pasada muy de vueltas y que les creó buenos recuerdos a sus oyentes en la temporada 2007-2008. De aquello también dicen que ni se les ocurrirá hacer lo mismo por el tema del ‘qué dirán’. O lo que es lo mismo, autocensura ante lo considerado políticamente incorrecto.

Aunque también me viene a la cabeza un personaje que ha quedado muy olvidado del panorama radiofónico y que, en su época, con redes sociales de por medio, hubiera dado mucho que hablar. ¿Alguien se acuerda del Señor Barragán? En Cadena Catalana-Cadena Rato y años después en M80 Radio. Las historias y chistes que salían en aquellos quince minutos diarios que estaban muy subidos de tono y con chistes de dudoso gusto, por decir algo, no se pueden encontrar actualmente en ninguna cadena. Bien es verdad que Arús estaba de árbitro y juez ante Barragán, pero se le permitía todo con tal de ofrecer entretenimiento, chabacano y políticamente incorrecto dirá alguno, y es cierto, pero es que entonces no han escuchado algunas propuestas de la actual SER, que están bien disimuladas en la madrugada o en internet. A algunos se les permite más que a otros, aplicando aquello de más vale caer en gracia que ser gracioso. Nunca mejor dicho.

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